Esta semana he terminado de ver la tercera y última temporada de “Mira lo que has hecho” de Berto Romero. Una excelente comedia para reírnos un poco en estos tiempos oscuros. En el capítulo 4º, en un sueño sobre el futuro, Berto nos coloca a sus nietos en un mundo apocalíptico en el que los niños tienen muy poco tiempo para consumir los datos de su conexión a internet. Lo hacen mediante lo que ellos llaman flashes. En la escena, los niños se sientan delante de una pantalla en la se que van emitiendo destellos de luz a gran velocidad. A los pocos segundos, uno de los niños dice “a estos flashes les falta ritmo” y, acto seguido, se apagan los datos. Medio broma, medio en serio, Berto ha dado en el clavo de lo que pasa con nuestros adolescentes a día de hoy.

Si uno echa un rápido vistazo a la breve historia de las app en nuestras vidas se da cuenta de que la velocidad de recepción de datos es una de las claves fundamentales. Pero a esta clave hay que añadir otro factor, la rapidez con que consumimos las cosas “que hay que ver”. Los niños se ponen nerviosos si tienen que esperar más de 10 segundos a que cargue una página, pero si alguien no nos responde “inmediatamente” a nosotros nos pasa algo parecido. La rapidez se ha convertido en la seña de identidad de internet.

La prueba la tenemos con el fenómeno TikTok que tanto éxito ha tenido en este 2020. Un pequeño dato, TikTok fue la aplicación más descargada en el mundo en enero de 2020 (104,7 millones). Para quien no conozca TikTok aún, es una red que permite subir vídeos de pocos segundos con fondo musical, todo para que parezca un videoclip. Uno se pone a ver la app como si viera pequeños flashes de historias inconexas, una detrás de otra.

Tras la era de Instagram, en la que la imagen tenía un poder enorme, llega la época TikTok con trozos de canciones, todas seguidas, sin sentido. Ante este panorama me pregunto: ¿cómo puedo decirle a un adolescente que pare un momento en su vida, se siente a reflexionar, que haga silencio…? Todo lo que supere los 60 segundos es un mundo para él. Nuestros adolescentes se están convirtiendo en la generación del instante cerrado, es decir, sin espacio para la reflexión, la generación del aquí y del ahora. Son incapaces de ver una película de hora y media sin mirar su móvil unas 10 veces, para ellos es más interesante los pequeños vídeos de internet que descubrir quién es el asesino. Luego les invitamos a misas de 40 minutos, ¡estamos locos! y encima queremos que vengan.

@jotallorente, sdb

Publicado en Boletín Salesiano en septiembre 2020