Sábado noche. Sobredosis de decibelios y de alcohol en sangre.
Me preguntaste cómo me llamaba después de comernos la boca de camino al vestidor. No te quise decir mi nombre.
– Llámame «nene» – te respondí.
– ¿Sabes una cosa «nene»? – contestaste ronroneando. – Me gustas mucho…
Nos enzarzamos en un magreo sin fin. Tenerte a mi merced era una droga potente y barata.
Cuando llegué a mi casa, rayando el sol, saboreé el mismo vacío de siempre. Una etapa más en mi huída hacia adelante. Un rollo más. Una noche menos. Un contacto nuevo en el whatsapp con el que disfrazar una soledad insoportable.
narraluz 08

2 respuestas a «#narraluz 8»

  1. Mmm… Muy bueno, la verdad. Muy real y cercano. Demasiado, diría yo, hasta un punto que roza lo incómodo para quienes conocemos esos ambientes.

  2. «No quise decirte mi nombre», afirma el protagonista, y tampoco la chica de la foto muestra su rostro. Ambos han vaciado el momento de su propia identidad, en un intento de abstraer el yo del presente al que ineludiblemente pertenece. A cambio, lo han llenado de cosas: música, alcohol, carne; cosas buscadas conscientemente y con ansia hasta el agotamiento. Por fin, se rinden un momento: él se abandona a la soledad; ella abdica de su uniforme de mujer fatal para buscar alivio a sus pies doloridos. Los dos saben que esa noche volverán a casa sin lo que fuera que salieron a buscar. Pero volverán a intentarlo al sábado siguiente, y se engañarán pensando que esta vez sí, que en el fondo de este vaso o estos labios extraños está, por fin, la felicidad.
     
    Me gustó mucho (después de buscarla en el diccionario, jejeje) la referencia de Marta a la kénosis: otro vaciamiento del hombre pero ¡con qué distinto resultado! Soledad o vida plena, nada o todo, y la diferencia, en la luz del corazón. En las cosas acumuladas, amontonadas, para acallarla, o en el seguimiento temeroso pero firme del camino que va marcando.
     
    No se entiende el ser humano sin el vacío, sin ese tirón hacia no se sabe muy bien dónde. Intuimos, de alguna forma, que no acabamos en nosotros mismos, que tal vez ni siquiera nos pertenecemos, y buscamos insaciables aquello que nos complete y nos dé sentido. Y precisamente porque es algo que no está en nosotros, todo depende de en quién depositemos nuestra confianza. El sino del hombre es, en este sentido, reclinar su cabeza en pecho ajeno. Decidir cuál es decidir la vida entera.
     
    «En una noche oscura
    con ansias en amores inflamada»

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