Seguro que más de una vez te has reído con el personaje de José Mota “La Vieja’l Visillo”. En español tenemos la palabra cotillear que, según la RAE, significa: “Husmear, fisgar, curiosear”. Sin embargo, hoy los jóvenes utilizan un término en inglés para designar esta misma acción cuando se hace a través de las redes sociales, lo llaman stalkear.

En realidad, el término stalkear tiene un significado más duro del que utilizan los jóvenes en sus conversaciones. Proviene del verbo “to stalk” que significa “acosador” o “perseguidor”. Al comienzo de las redes sociales se utilizaba para hablar de aquellos individuos que hostigaban, perseguían o molestaban de forma obsesiva e insistente a otra persona, en la mayoría de los casos a alguien famoso.

Sin embargo, con el tiempo –muy poco en realidad– se ha ido “dulcificando” su utilización y se conoce la práctica de stalkear como aquella acción de mirar los perfiles de otras personas sin intención de interactuar con ellas, sino simplemente para saber algo de su vida. Es decir, aquella persona que revisa el perfil en redes sociales, comentarios, amigos, fotos, de sus propios amigos, ex parejas, familiares, compañeros o de cualquier celebridad… pero con el único fin de observar su estilo de vida. Esto es posible porque estos usuarios tienen sus redes sociales abiertas, sin límites de privacidad.

Como tal, stalkear, es la acción que realiza el individuo para investigar a una persona a través de las redes sociales. La persona que realiza esta acción es conocida como stalkeador o stalker. La pregunta es: ¿Quién no ha fisgoneado alguna vez a otra persona en sus redes sociales? ¿Quién no ha hecho el cotilla alguna? ¿Quién no ha puesto el nombre de alguien en Google para ver qué sale? Y es que nuestra vida está completamente expuesta, siempre que no gestionemos bien la privacidad de nuestras redes. La realidad de la “La Vieja’l Visillo” ha cambiado y todos somos un poco cotillas en estos momentos. Esto nos tiene que ayudar a reflexionar sobre dos aspectos. El primero es la ética de estas acciones. ¿Realmente está bien hacerlo? ¿Por qué lo hacemos? ¿Qué provecho sacamos de ello? ¿Por qué nos gusta saber de la vida de otros? La segunda es ser muy precavidos con aquello que subimos y la información que podemos estar dando de nuestra vida y la de nuestros familiares y amigos.

Un consejo: nunca publiques en una red social aquello que no te atreverías a decir en una cafetería subido en una silla delante de desconocidos.

Publicado en Boletín Salesiano Enero 2021