Cuando en 1985 Bill Gates lanzó el primer sistema operativo Windows, no creo que fuera del todo consciente de las innumerables aplicaciones que en el futuro el sistema tendría. Windows significa ‘ventana’ en inglés y se le puso ese nombre, porque cada una de las aplicaciones, o programas, se abría en un espacio independiente de otros como si de una ventana en la que poder mirar se tratase.

Con el tiempo, la palabra ventana ha ido derivando en los teléfonos inteligentes, tabletas y ordenadores a esa posibilidad de mirar y ver lo que otros ponen en las redes sociales, en videos, en fotografías… Se ha convertido en un modo de distracción. Da igual donde estemos, en la calle, en casa, solos o con amigos podemos ver lo que otros hacen, dicen o escriben, abrimos miles de ventanas al día para ver a otros y así pasar el rato.

Herramientas útiles de comunicación

Sin embargo, la COVID-19 ha hecho que tengamos que pasar varias semanas de nuestra vida confinados en casa, sin poder salir, sin tener contacto físico con nuestros seres queridos. Pero no sin verles. Gracias a estas ventanas, durante los días de encierro, hemos abierto ventanas nuevas que nos permiten adentrarnos dentro de las casas de otros. Hemos cambiado completamente el significado de la palabra, que ya no es solo ese cristal que separa nuestra casa de la calle, es también la oportunidad de entrar en la casa de otros y poder tener un encuentro a pesar de la distancia. No son ventanas para mirar al exterior, sino para mirarnos por dentro. Son múltiples las iniciativas que se están viendo estos días; artistas que se ponen a tocar para otros, comunidades que ofrecen un momento de oración, jóvenes que comparten retos, periodistas que informan desde su salón…

Esta situación nos está cambiando. En los últimos años hemos venido diciendo, y criticando, que las redes sociales y los móviles nos aislaban. Ahora nos estamos dando cuenta de que es al revés, de que favorecen la relación y que, si se utilizan con cabeza, son muy positivos. Todo depende del uso que le demos y hacia donde queramos mirar. El problema entonces no es ni del móvil ni de las redes sociales, es de la intencionalidad con que se usa.

Estamos viviendo una oportunidad única para apreciar lo que tenemos, es una oportunidad para encontrarnos a pesar de la distancia. Estamos cambiando y las redes ya no son solo evasión o disfrute, no son solo huida de la rutina, son también elemento de comunión, pues nos ayudan a vivir unidos y superar poco a poco esto que nos está pasando. Espero que no se quede solo en una solución temporal para este momento, sino que nos abra mente y corazón para entender que la tecnología y las redes sociales son también espacios de relación, siempre que se usen en positivo.

@jotallorente, sdb

Publicado en Boletín Salesiano en mayo 2020