No descubro nada nuevo si os digo que una de las redes sociales favoritas de adolescentes y jóvenes es Instagram. Se trata de una red en la que, con solo subir una foto, podemos contar muchas cosas. Fotos que son efímeras, pues se ven una vez y, tal vez, no vuelvan a verse más. Algo parecido pasa con las fotos que recibimos por WhatsApp.

Antes hacíamos álbumes de fotos para recordar la primera comunión, el viaje de verano, un evento importante… hoy muchas de esas fotos se quedan en las memorias de nuestros teléfonos o en las redes sociales y nos las volveremos a ver… ¿Estamos perdiendo el valor de la fotografía?

Pero esto es solo una parte de la historia, porque en internet todo es ida y vuelta. Una de mis mayores preocupaciones como educador, es intentar hacer comprender a los chicos que, cualquier cosa que suban a internet, puede quedarse ahí para siempre y uno no sabe ni cuándo ni cómo podrá ser utilizada.

Desenmascarando la imagen

Esta pregunta me la hice a raíz del polémico anuncio que una formación política puso en el Metro de Madrid sobre la pensión de una abuela y un menor no acompañado. La foto de la abuela parecía sacada de un banco de imágenes, recurso que utilizamos los diseñadores para comprar fotos y poder usarlas en nuestras publicaciones. Pero la foto del supuesto menor, un joven con una capucha y un pañuelo cubriéndole la mitad de la cara, no me terminaba de cuadrar. Días después de que la polémica saliera en todos los medios, descubrí el origen de la fotografía.

Las fotografías que se suben a las redes sociales, como Instagram… ¿Saben sus autores si son utilizadas para fines impropios de los que ellos mismos querían? Algo así le ha sucedido recientemente a Ahnaf Piash

Para mi sorpresa, la foto que trataba de contar la historia de un MENA en España, ni estaba hecha en España, ni era de un menor, y por supuesto, no era de un extranjero, ya que la foto se hizo en su país de origen. Nada concordaba con la información dada. Lo más peculiar del asunto es que la fotografía circulaba por internet y su autor, un joven bangladesí de 20 años y estudiante de informática en la Universidad de Manitoba (Canadá), no sabía que su foto había sido usada para lanzar un mensaje de odio en un país de Europa.

Ahnaf Piash, el autor, es un fotógrafo aficionado que sube sus trabajos a internet para darse a conocer y compartir su arte. Su intención con la fotografía, hecha en Bangladesh a un amigo suyo, era crear una obra artística de un hombre con una camiseta y capucha. Una vez hecha, la subió a la red para que otros la pudieran ver, y usarla para sus publicaciones sin recibir nada a cambio. Imaginaos su sorpresa. Cuidado con lo que subimos a la red, nunca sabes a dónde llegará ni para qué se usará.

@jotallorente, sdb

Texto publicado en el número de junio de Boletín Salesiano