Un tema interesante el de este mes, Experiencias vitales. Cuando hablamos del entramado de este número la primera imagen que se me vino a la cabeza fue la referencia a la vida y la muerte. Vida y muerte vivida como experiencia vital máxima, una que la posibilita y la otra como plenitud de la misma. Y no sólo para la propia persona sino también en la relación con otros y en lo que se entreteje como seres sociales que somos. Yo mismo acabo de vivir la muerte de mi padre. Varios de mis compañeros de trabajo, jóvenes educadores, comienzan a vivir el nacimiento de sus hijos o la muerte de sus abuelos. Son experiencias que marcan y llenan, que conforman la vida.
Antes de adentrarme a explicar el porqué de los dibujos de la cubierta de este mes me gustaría adentrarme en el significado de experiencia. Etimológicamente la palabra «experiencia» se forma de “peri”, “alrededor de”; “empeiría”, “en torno de” y la preposición “ex” significa, entre otras cosas, “estar orientado, inclinado o dirigido hacia”, “expuesto a”, “estar abierto para”. Podemos decir entonces que la experiencia es un como “un estar vuelto hacia” algo, en diálogo, “alrededor de” una realidad. Se trata de un doble dinamismo, existe la realidad pero también está ser humano que sale de sí, y a la inversa.
Como comunicador visual mi pregunta, entonces, se dirige al vacío que estamos viviendo de estas experiencias. Experiencias que deberían conformar nuestra existencia. Vida y muerte se vacían de contenido y sentido en las pantallas de televisión y ordenador. El amor y el sexo se banaliza. La violencia forma parte de los juegos. Los muertos no son seres humanos, son números, estadísticas de una guerra, de un atentad,… Los niños a los que se les imposibilita la existencia en áfrica son número fríos que no recogen ni su propio dolor ni el dolor de sus familias. Nuestras pantallas de ordenador están llenas de lo que llamo “prostitución fotográfica”, es decir imágenes que apelan a nuestro sentimiento mostrando el dolor de la vida, pero que a la vez vacían de experiencia el visionado porque estamos demasiado acostumbrados.
Para el dibujo de este mes podría haber elegido las vallas de nuestras fronteras, llenas de seres humanos muertos por nuestro egoísmo (para los medios y el gobierno números que amenazan), o un niño en áfrica desnutrido (uno entre millones), o un atentado (otro más),… Al final opté por la expresión gráfica de la crudeza de la vida y la muerte. Para ello opté por un díptico simple y limpio. Una madre con su hijo recién nacido y un padre con su hijo muerto, ambos con ellos en brazos. Imágenes limpias y sencillas que nos muestra una realidad pero que no son capaces de transmitir lo que ambos están sintiendo en ese momento. Y no lo logra porque es algo personal, íntimo, es su experiencia de vida y muerte. Algo que ninguna imagen puede transmitir, porque necesita ser vivido y acompañado.
Publicado en : Misión Joven