Eres mi vecina favorita y ni siquiera nos hemos cruzado palabra; qué cosas tiene la vida.
Tu mayor distracción es mirarme, observarme, saber que estoy. Tu vida palpita con la mía. Tus desvelos tienen mi rostro. Al amanecer, nada más levantar las persianas, aún con los ojos llenos de legañas y sensibles a la luz, ya estás ahí y te apresuras a sonreírme y darme los buenos días inclinando levemente la cabeza. Desayunas conmigo desde tu ventanuco, ya gastado. Acompañas el comienzo y el final mi día. Eres mi ángel de la guarda.
Un día me animaré y llamaré a tu timbre. Iré a contarte quién soy y a escuchar quién eres tú. Un día querré descubrir cómo suena tu voz llena de años y decirte que, con ese poquito, con ese saludo, con esa presencia, con esa sonrisa… me haces ser mejor persona.