En las últimas semanas hemos visto en las noticias un aumento de los casos de violaciones de menores a otros menores. Es algo pavoroso que nos tiene que hacer pensar como sociedad qué tipo de ser humano estamos construyendo. Algunos expertos han salido a la palestra argumentando que parte de la culpa es por la facilidad del acceso a la pornografía por parte de menores.

En alguna de las charlas que me toca dar a padres y madres sobre internet y menores, suelo hacer esta afirmación: tu hijo ve porno. Y no es una pregunta, es una afirmación. Cuanto antes lo asumamos mejor. 

No quiero aburriros con datos, pero algunos son escalofriantes. España ocupa el puesto 11 en consumo de pornografía en la mayor plataforma del mundo, Pornhub. Según la Agencia Española de Protección de Datos (2021), la edad promedio de acceso a la pornografía es de 8 años. Según la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) en adolescentes  el consumo es habitual en edades entre los 13 y 17 años. Por parte de los padres y madres, 9 de cada 10 desconocen que sus hijos tienen acceso a este tipo de contenido. A mediados del mes de abril tuvimos los primeros diálogos de Pastoral, y no es casualidad que el tema fuera la educación Afectivo-Sexual. Para muchos niños, niñas, adolescentes y jóvenes la única educación sexual que reciben son las páginas de internet, hemos de asumirlo —lo cual no significa que estemos de acuerdo— nuestros hijos ven porno porque es muy fácil de acceder.

Pero ante esto hay que aclarar algunas cosas; en primer lugar que muchos de estos accesos son no intencionados, a la pornografía se llega muchas veces sin querer: a través de anuncios publicitarios, enlaces que invitan a hacer clic, amigos que mandan videos…; En algunas ocasiones el acceso a este tipo de webs se hace desde la dinámica de descubrimiento del propio cuerpo y la propia sexualidad, como algo natural. Me explico, igual que investigo en YouTube como hacer un trabajo de lengua, busco cosas sobre aquello que me inquieta en mi proceso evolutivo. El problema no es que los adolescentes accedan al porno, el problema es que es muy fácil y nadie quiere poner remedio (tampoco voy a aburriros con los intereses económicos y manipulativos que hay detrás de todo esto).

Por todo esto como padres y educadores hemos de situarnos en una posición educadora, dialogante y preventiva. Hemos de ser conscientes de que esta situación es real y no mirar hacia otro lado. Hay que evitar culpar al niño. En lugar de eso, hemos de hablar con ellos con naturalidad. Mostrarles qué tipo de afectividad y sexualidad son importantes desde un punto de vista cristiano es más que fundamental, no todo lo que hay en internet es cierto o real… Nuestros menores necesitan guías que les ayuden a discernir lo que es bueno o malo. Y por último, intentar en la medida de lo posible, evitar que estos accesos se produzcan, por un lado activando los filtros parentales de dispositivos y redes sociales, por otro dando alternativas de aprendizaje a través de la confianza y el diálogo.

Publicado originalmente en Boletín Salesiano