Sí, ya sé que debería haber puesto como título de este texto la palabra influyentes, pero, aunque la traducción sea correcta, el significado tal vez no. Voy a tratar de explicarme.
No sé si conocerás los siguientes nombres: ElRubius, AuronPlay, Dulceida, Goicoechea22, LauraEscanes… son algunos de los YouTubers –personas que salen en YouTube– o Instagramers –personas que suben fotos a Instagram– más famosos de España. Pero esos nombres no son ellos, son los personajes en los que se han convertido gracias a ser famosos en las redes sociales. Hubo un momento de sus vidas en los que dejaron de ser “usuarios” de redes sociales para convertirse en Influencers, referentes para millones de niños, adolescentes, jóvenes y algún que otro cuarentón.
El niño influencer Ryan
Ryan es un niño que tiene 10 años. En 2018, ingresó 22 millones de dólares por abrir juguetes delante de una pantalla. En los últimos 4 años, este niño ha sido referencia para millones de niños en todo el mundo y cada paquete que abría se convertía en el deseo de otros niños al otro lado de la pantalla. ¿Qué quieren ser los niños hoy? Quieren ser como Ryan, tener todos los juguetes a su disposición y poder abrirlos delante de una pantalla. Quieren tener el mundo en sus manos de manera rápida, inmediata y sin esfuerzo. Lo que los niños no saben es que Ryan es un personaje delante de una pantalla —un influencer— que en su día a día es un niño normal que tiene que ir al colegio.
Lo que pasa con Ryan pasa con miles de canales en YouTube, Instagram o TikTok en el mundo y en todas las lenguas. Miles de personas se muestran delante de sus cámaras haciendo, diciendo o mostrando cosas para que otros repitan esos mismos esquemas en su día a día. Los jóvenes de hoy se sienten llamados a dejarse “influir” por los que son como ellos y a la vez se sienten llamados a “influir” en otros. Lo peculiar de todo esto es que en realidad no se trata de la vida, sino de consumo. No es cuestión de vivir de una manera determinada, sino de tener. No es solo querer ser como alguien, sino ser feliz como eso que el otro tiene. Por eso la traducción “persona influyente” no es del todo correcta, son influencers porque su objetivo no es ayudar a “ser” mejor persona, sino que muestran un personaje en una realidad idílica que otros quieren imitar.
Muchos diréis, ¿qué problema hay? ¿no es lo que ha hecho la publicidad toda la vida? Y sí, tenéis razón. La cuestión hoy es: ¿Quién ayuda al menor a distinguir entre persona y personaje? Porque por la pantalla por la que los niños y adolescentes llaman por teléfono a sus abuelos, hablan con sus amigos y ven fotos de sus compañeros en Instagram –todo personas reales– es la misma por la que ven los personajes que utilizan esas mismas redes y se muestran al mundo. ¿Quién ayuda a distinguir entre la persona –real– y el personaje –ficción–? Cada día estoy más convencido de que hace falta una asignatura de educación digital en nuestras aulas.
@jotallorente, sdb