– Tiene 4 hijos.
– Me importa una mierda. ¿Qué quieres que haga? ¿Te piensas que soy libre, que estoy por encima del bien y del mal?
– Eres el manager.
– ¿Y eso qué coño quiere decir? ¡Explícamelo!
– Pues alguna palabra tendrás tú.
– Pues no la tengo. Él es un número en esta compañía. Una cifra. Un coste. Un beneficio. Un balance de cuentas. Y hoy por hoy es negativo. Se tiene que ir.
– Alfredo es una persona…
– ¡Nooo! ¡Es una puta pieza! ¡Una puta pieza del puzzle! ¡Sal de mi despacho inmediatamente!
– Carlos… no te pongas así…
– ¡Que salgas he dicho joder!
Me di la vuelta y cerré despacio la puerta al salir. Nada volvería a ser igual. Yo tampoco.
Duro, descarnado, seguramente real como la vida misma. Personas echadas a los márgenes del sistema. La calefacción caliente suavemente mi habitación, son las 22:28, me marcho al aeropuerto a recoger a un amigo… vivir, pero ¿qué es vivir?
Me encanta cómo la foto es capaz de captar el anonimato, la disolución del hombre en mitad del mundo: ese hombre que es solo un número. Se podría pensar que la fotografía es el final de la historia, pero también que es el comienzo: la persona (el manager) indigente de amor y de caridad, más pobre aún que los pobres y más necesitada.
Sólo se me ocurre ponerle música:
«Estou aqui
Outra vez em busca desse abrigo
Do conforto desse olhar amigo
Luz do meu caminho a direção»