Hace unos días terminé de ver “El irlandés”, última película de Martin Scorsese. No os voy a contar de qué va, ni si me gustó o no. Os contaré cómo vi la película. Es un film que dura más de 3 horas así que no fui al cine, sino que la vi en mi casa. Gracias a Netflix pude verla con una buena calidad de imagen y sonido. En mi tele pude ver la película en partes, sí, la tuve que ver en 3 días. Por eso digo que la vi y no que la disfruté. Me perdí la magia del cine, del ritual de sacar las entradas, de esperar en sala y de rumiar la película de vuelta a casa. Me di un atracón en 3 momentos sin apenas tiempo para saborearla, porque, al acabar, ya tenía otra cosa que hacer.

Os traigo este ejemplo porque entre nuestros jóvenes están pasando cosas parecidas. Ellos ya no ven películas, ven series. Ven las historias fragmentadas, por capítulos, en su plataforma favorita: NetflixAmazonHBOMovistar… Un capítulo tras otro, sin apenas tiempo para la reflexión, el poso, el recuerdo… Ven series todo seguido, varios capítulos de una tacada, con ganas de que se acaben para comenzar la siguiente historia. Porque en el mundo rápido e inmediato en el que vivimos lo importante no es disfrutar de las historias, sino consumirlas velozmente para decirle al mundo, a través de las redes sociales, que ya las vimos. ¿Os acordáis de esos tiempos en los que se juntaba la familia para ver el capítulo de la serie de turno? Hoy eso ha cambiado, no se espera. Vivimos con la sensación de que tenemos “todo” a nuestro alcance y esto genera la necesidad de consumir cuanto más mejor. Las plataformas de pago nos permiten darnos atracones por una tarifa fija.

Esto no acaba aquí. En los últimos meses ha surgido una moda entre los jóvenes que se llama Speed Watching o Speed Listening, que consiste en ver o escuchar cualquier contenido a velocidad rápida. Un capítulo que dura 45 minutos, se puede ver en 30. Más cosas en menos tiempo, pero ¿ayuda a disfrutar de las historias? Hay algunas voces que afirman que es una absoluta falta de respeto para los creadores. Las historias fueron creadas para verse o leerse de una manera determinada. Se requiere tiempo para entender el porqué de los personajes, de las decisiones que toman y los procesos vitales que viven. Si esto se hace rápido, la vida será también rápida y hará que se pierda lo realmente importante, los procesos que se viven y no las metas a las que se llegan. Vivimos en un mundo de consumismo audiovisual, sin dejar tiempo a que las historias reposen. Es necesario que recuperemos los cuentos, historias, relatos, y les demos sentido. Lo demás es consumo vacío.

@jotallorente, sdb

Publicado en Boletín Salesiano en febrero de 2020